Yo creo que sólo necesitamos una cosa para vivir con gratitud: permitir que el momento presente se desarrolle tal y como es. Todo lo que necesitamos para abrir nuevos mundos de posibilidades es el simple deseo de observar y escuchar. Cuando logramos esa visión amplia, damos gracias gozosamente.

Mi primera experiencia con este cambio de conciencia ocurrió cuando yo tenía siete años de edad. Mi hermana acababa de morir y mi familia estaba muy triste. Recuerdo que yo caminaba con mi papá a través de un bosque por las laderas de una montaña que visitábamos a menudo en salidas familiares.

Fue a fines del verano, y mi padre recogía avellanas de los arbustos y me las daba de comer. Su tierno gesto de amor me transportó a un lugar de luz y seguridad sin tiempo. Experimenté un gran sentido de bienestar, el cual ha permanecido conmigo desde entonces. Esto me llevó al sendero espiritual y, con el tiempo, al ministerio. ¿Qué sucedió ese día de verano? Yo estaba plenamente presente, sin expectativas, en ese momento y atento a las acciones de mi padre. Un cambio en mi conciencia me permitió apreciar el amor y el bienestar que se manifestaban en mi entorno.

Al mirar atrás, entiendo que experimenté el momento con más intensidad debido al dolor que sentía por la muerte de mi hermana. Al parecer, todo conspira para ayudarnos a comprender la frágil magnificencia de nuestras vidas. También me he sentido inspirado por quienes aprecian cada momento, sin importar cuál sea la experiencia. Al inicio de mi sendero espiritual consciente, conocí a un hombre que superó una condición de cáncer en estado avanzado dando gracias por todo. Cuando el motor del auto encendía, él decía: “¡Gracias, Dios!” Al salir el sol, “¡Gracias, Dios!” Aun al enfrentar un reto, su respuesta seguía siendo: “¡Gracias, Dios!”

Yo no tenía el hábito de apreciar todo tan profundamente, así que su perspectiva de la vida me sorprendió y cautivó mi atención. Comencé a comprender que los pensamientos que guardamos en nuestras mentes y las palabras que pronunciamos, verdaderamente tienen el poder de cambiar nuestras vidas.

Superar el cáncer es algo impresionante, pero lo que más me asombró fue la alegría que expresaba este ser humano. ¡Yo también quería un poco de esa felicidad!

Como dice el refrán: “Más vale tarde que nunca”. Quizás no hayamos estado completamente presentes para el universo, pero el universo siempre ha estado plenamente presente para nosotros. En el momento en que miramos a nuestro alrededor con curiosidad, interés y naturalidad, en el instante en que nos conectamos con nosotros mismos y escuchamos sin juzgar, nos abrimos a perspectivas más amplias.

A veces nos perdemos estos momentos; los pasamos por alto en nuestro camino hacia aquello que consideramos más significativo. Para poder captarlos, hemos de sosegarnos, estar atentos y sentir aprecio por lo que está presente en el momento. Éste es el esplendor oculto del universo de Dios: si podemos sólo ser por unos minutos, ricas recompensas espirituales nos aguardan.

¿Recuerdas algún evento aparentemente ordinario que tomó mayor relevancia porque estabas completamente presente? ¿Acaso suscitó un sentimiento de gratitud en tu interior? Las palabras inmortales de Pablo en 1 de Tesalonicenses 5:16, nos recuerdan: “Estén siempre gozosos”. Eso significa permanecer agradecidos sin importar las circunstancias. Si vivimos según esa norma, seremos transformados. Empieza hoy. Observa las nubes y los cambios de la luz a medida que el día avanza. Mira a los ojos de un amigo mientras comen o conversan. Mantente dispuesto a percibir cosas nuevas mientras vas de compras o estás en medio del tráfico.

Recibir y compartir un gesto amable o un acto de cortesía pueden, sin duda, conmoverte y guiarte hacia tu naturaleza legítima y verdadera de generosidad, gratitud y alegría. Sí, sólo se necesita una cosa, y ¡está disponible para ti en este momento!

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