La fe que mueve montañas

Vivir con fe implica no solo confiar en la fe humana, sino también en la fe espiritual que tiene el poder de mover montañas. Esto requiere adentrarse en lo más profundo de nuestro ser, conectarse con la presencia Divina YO SOY y comprender cómo funciona la fe espiritual.

En Unity, adquirí el conocimiento de que "la fe es el poder de la percepción de la mente vinculado con el poder de dar forma a la sustancia". Me di cuenta de que mis creencias estaban influyendo en mi fe y en la manera en que daba forma a esa sustancia.

Inconscientemente, había estado manifestando con mi fe humana y sentía que algo estaba obstaculizando o limitando el bien que deseaba lograr. Descubrí que eran mis creencias antiguas, equivocadas y obsoletas.

Anhelaba dar forma a una sustancia superior, la verdadera provisión que cubría todas las necesidades, y en mi corazón deseaba ser una creadora decidida y consciente junto a Dios. Quería forjar una experiencia de vida mejor, no solo para mí, sino también para mis seres queridos.

La sustancia divina

Al adentrarme en el silencio para reconocer la sustancia divina presente en mí y en todos, pude fortalecer mi fe al explorar la conexión entre mi fe y mis creencias. Descubrí que las había estado utilizando como sinónimos, pero en realidad existía una gran diferencia entre ambas.

La fe implica confianza, certeza y seguridad que perseveran incluso en medio de las dudas, la inseguridad, la incertidumbre, el miedo o el temor.

Las creencias son esencialmente opiniones arraigadas sobre ideas, visiones espirituales o percepciones del mundo, ya sea en el ámbito físico o material. Estas opiniones se forman a través de la lectura, escucha, aprendizaje, experiencias u observación. Las creencias son la interpretación personal de cómo percibimos nuestro entorno y, en gran medida, deben estar alineadas con nuestras opiniones sobre esas creencias.

A medida que avanzaba en mi crecimiento espiritual, me di cuenta de que mis creencias y opiniones actuaban como obstáculos para la fe que puede mover montañas. Recordé una parábola que compara el reino de los cielos con la fe, describiéndola como un grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, pero que, al crecer, se convierte en la más grande de las plantas y se transforma en un gran árbol. En los desafíos de mi vida, que podrían considerarse como pequeñas semillas, a menudo los magnificaba y creaba montañas de problemas al depositar mi fe o mi miedo en cosas negativas que podrían suceder, y de hecho sucedían.

Dirigir mi atención hacia ese pequeño grano de fe resultó ser la clave para superar cualquier obstáculo. Este proceso permitió que el árbol de la fortaleza espiritual creciera fuerte, enseñándome que la fe sin fortaleza es simplemente una creencia.

La fortaleza espiritual, que representa el gozo de Dios, es lo que consolida, refuerza y robustece mi fe espiritual, y estas dos deben permanecer siempre entrelazadas.

Creamos montañas de creencias y opiniones sin saber cómo cultivar la fe y la fortaleza espiritual, de donde proviene el verdadero sustento. Las creencias pueden gobernar nuestras vidas si no permanecemos arraigados en la fe y la fortaleza espiritual. Podemos cambiar cualquier creencia errónea o equivocada, liberar todas nuestras opiniones y comprender cómo podemos crear de manera más efectiva, eligiendo con Dios lo que queremos pensar, creer, hacer, sentir, decir y, lo más importante, ser.

Todos poseemos el poder de mover montañas si estamos dispuestos a reconocer la verdad más allá de las apariencias y vivir una vida consciente de nuestra fe y a quién o a qué se la otorgamos. La única fe que realmente mueve montañas, literalmente he sido testigo de ello, es la fe espiritual, la fe en Dios y solo en Dios, y es la única que deseo cultivar.