Después de reconocer el hecho de que el espíritu y el poder de Dios habitan en mí y están disponibles en todo momento, en cualquier lugar, a cualquier hora, de día o de noche, mi conciencia espiritual aumentó y se elevó a mayores alturas. Me di cuenta de que la fe me fortalecía y me sostenía. A pesar de cualquier desafío, siempre podría sobrevivir y prosperar.

Un desafío en particular, grabado en mi memoria, me convirtió en una creyente y le dio una nueva dirección a mi vida debido a la sorprendente y poderosa manifestación que tuvo lugar.

La oración siempre es la respuesta

Después de la pérdida de mi ser querido, un representante de mi empresa bancaria de muchos años se puso en contacto conmigo inesperadamente y me informó que un contrato existente debía pagarse en su totalidad. Pensé que tenía otro año para pagar. Esta empresa había manejado todas mis transacciones financieras durante años y siempre mantuvimos una buena relación comercial. Sin embargo, comenzó la presión y se avecinaron algunos efectos no deseados.

Hubo varias conversaciones, pasando de una persona a otra, pero nunca se pudo llegar a un acuerdo mutuo. Mi última llamada fue con un portavoz intransigente que aun exigía una restitución total. Mi relación de muchos años y mis súplicas vehementes fracasaron.

El pánico estaba a punto de apoderarse de mí, pero en ningún momento esa sería una opción. Me negué a vacilar o perder mi fe. En ese instante supe que era hora de que mi divinidad se mantuviera erguida y asumiera la responsabilidad. Recordé que la oración es la respuesta y la gracia salvadora.

En el silencio y la quietud de la oración, puedo ver mi camino a través de cualquier desafío.

Tras aquietarme y escuchar las instrucciones del Espíritu, se filtró un mensaje bastante desconcertante. ¡Anímate y sube a la cima! Antes de que pudiera preguntar qué significaba, el Espíritu dijo: Pon tus buenos pensamientos y junta tus palabras, escribe una carta detallada y ponla en sus manos mañana.

¡De pronto recordé algo! El presidente y director ejecutivo de la institución con la que estaba tratando era un benefactor de los estudiantes con los que había trabajado recientemente. Se dio la casualidad de que estaba programado que asistiera a un evento especial con ellos al día siguiente. Nunca había conocido a este individuo, y ciertamente él no sabía nada de mí, ¡pero recibí el mensaje de Dios! Pasé esa noche preparando y completando mi tarea.

La conexión con Dios

Al día siguiente, el evento transcurrió según lo planeado. El Sr. Benefactor llegó y, en el momento apropiado, me acerqué y dejé la solicitud en sus manos sin que él sospechara nada.

Seguí trabajando, esperando pacientemente, mientras el reloj avanzaba. Era imposible predecir si dedicaría tiempo o atención a un asunto tan improvisado.

Posteriormente, esa misma tarde, recibí una llamada directamente de su asistente personal. Ella comentó que mientras regresaba con él en la limusina, él le había dicho al darle la nota: “Ayuda a esta señora. Dale lo que necesita. Soluciónalo”. El asunto fue resuelto y revertido. ¡Las alabanzas y las acciones de gracias fueron para Dios, y las lágrimas brotaron de mi corazón con una alegría abrumadora!

Podría parecer que no había conexión entre el caballero y yo, pero definitivamente había una conexión con Dios. Esa experiencia me convenció de confiar y creer siempre que la fe prepara el camino. En el silencio y la quietud de la oración, puedo ver mi camino a través de cualquier desafío.

La fe me fortalece y me sostiene en medio de cualquier situación.


Este artículo se publicó por primera vez en el folleto de Unity Encontrando paz a través de la oración.

Acerca del autor

Marilyn King-Compton es escritora desde hace mucho tiempo de Daily Inspiration for Better Living y miembro de Christ Universal Temple en Chicago.

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