A lo largo de mi vida, he conocido la sanación por muchos nombres e interpretaciones. Descubrí que, para sanar de verdad, debemos reconocer las heridas que llevamos dando pequeños pasos hacia adelante en la conciencia.

Estos pequeños pasos se pueden lograr al tener fe en una completitud oculta que espera ser clamada y reclamada. En medio de todos los sentimientos que nos inundan, podemos encontrar el regalo del consuelo en el Silencio al dar sentido al intercambio de nuestras historias.

Dejar ir lo que nos ha detenido

El momento clave de mi propia sanación fue saber que la completitud es el perdón a los demás y a nosotros mismos, dejando ir lo que nos había detenido y aferrándonos a lo que nos da una esperanza sólida.

Mi historia es ante todo una historia de quebrantamiento que llevé dentro de mí durante gran parte de mi vida. La causa de mi quebrantamiento fue creer que yo no era digna de la bondad, que mi vida nunca llegaría a nada, que nunca estaría a la altura y que no tenía importancia. Este pensamiento vino con un costo que me mantuvo cautiva y se manifestó como miedo, falta de confianza y de nunca perseguir los sueños que más significaban para mí.

La sanación vino cuando me di cuenta de que no importaba lo que me hubieran dicho, siempre había algo dentro de mí que me protegía de la aceptación total de esto como mi Verdad. El mundo me entregó una imagen rota de mí misma que nunca satisfaría mi alma.

La sanación vino cuando me di cuenta de que no es lo que nos rodea o nos impacta negativamente lo que tiene el poder de moldear nuestro carácter y determinar nuestro valor propio. Eso, amados, es un trabajo interior y solo puede ser realizado desde adentro, por ti y solo por ti.

El momento clave de mi propia sanación fue saber que la completitud es el perdón a los demás y a nosotros mismos, dejando ir lo que nos había detenido y aferrándonos a lo que nos da una esperanza sólida.

La decisión de ser

El Príncipe Hamlet de Shakespeare abordó “las hondas y flechas de la escandalosa fortuna”. Como él mismo señaló, “Ser o no ser, esa es la cuestión”. La sanación no es el resultado de una decisión, sino la decisión misma de “ser”.

Uno de mis teólogos favoritos, Paul Tillich, escribió sobre el “valor de ser”, y ahora sé que la sanación requiere la profundidad del valor para cada uno de nosotros. Es una decisión de cambiar de los guiones que nos exigen vivir, movernos y encontrar nuestro ser en la aflicción, y comenzar la transformación de sobrevivir a prosperar, de un estado de enfermedad a la tranquilidad, de desolación a consuelo, del luto al gozo, de un lugar de aceptar la ruptura a un momento de conocer nuestra plenitud como un derecho de nacimiento.

Si bien no hay nada fácil en el viaje de la sanación, el destino siempre ha sido reconocer nuestra completitud oculta y comenzar el viaje que es moldeado por la intención de ser quienes hemos sido llamados a ser, en vez de sucumbir a lo que otros han pensado que deberíamos ser.

Hoy reconozco y acepto mi completitud y la Verdad de mi ser. ¡Declaro que estoy sana!

Los invito a reflexionar acerca de sus vivencias para determinar si sus vidas son una historia de quebranto o de plenitud. No importa cuán largo sea el relato, se necesita valor para tomar un bolígrafo y papel y comenzar a honrar una nueva historia y contar tu Verdad.

Amado, la mejor historia jamás contada es la historia que cuentas del ser que eres como creación divina. El príncipe Hamlet planteó la pregunta y nosotros vivimos la respuesta al saber que tenemos todo lo que necesitamos para ser plenos, para ser completos, para ser magníficos, para ser transformados, para ser santos, para ser tú y ser sano.


Este artículo se publicó por primera vez en el folleto de Unity En la corriente sanadora.

Acerca del autor

La Rev. Kathy Beasley es ministra de Central Florida Center for Spiritual Living en Orlando y directora del Ministerio de Oración de Unity.

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